La luz de Manuel Alexandre

Hay poca gente, entre los que no son afectos directos, cuya muerte "niego". Pocos los que, al pensar en ellos, sé que me entristecerá mucho saber que no están ya más, como si fueran un flujo constante de felicidad cada vez que los leemos, oímos, vemos...

Uno de ellos era, hasta hoy, Manuel Alexandre.
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Cuando esta mañana supe que se había muerto me di cuenta de que se repite algo curioso: nunca le hice una foto, pese a haberlo visto muchas veces y adorarlo desde... toda la vida. Lo mismo que con Benedetti, con Saramago... y con algún otro que aún vive. Y entonces pensé que tal vez la parte de ficción que me fascina de la fotografía es justo lo que provoca que nunca se me haya ocurrido perpetuar a estos amores, como si quisiera excluirlos de lo irreal, preservarlos de una imagen que niega las minúsculas e infinitas variaciones de las personas que causan una clase de felicidad para la que aún no se inventó la palabra.

Pero ahora mismo acabo de ver en un telediario la mesa del Café Gijón en la que Manuel que se reunía cada tarde con sus amigos. Una mesa hoy vacía, convertida en altar, con un retrato de él sobre el mármol blanco.

Y recordé esta foto hecha hace año y medio, cuando todavía ocupaba cada tarde su silla junto a la ventana. En aquel momento la titulé, con cierta... alegre ironía "En compañía".

Ese día también su mesa estaba vacía, y el camarero la velaba